El Día del Derecho a la Identidad se estableció en el año 2004, tras la aprobación en el Congreso de la Nación de la ley 26.001. Ese acto, legislativo y burocrático, apuntó directamente a reconocer la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo por recuperar y dar la real identidad a los bebés que fueron robados en la última dictadura cívico-militar de la Argentina. 

Es imposible pensar en la organización sin que aparezca la imagen de su presidenta, Estela de Carlotto, que, tras el secuestro de su hija Laura en 1977, quien estaba embarazada, dio un paso adelante en la historia -sin exagerar, se podría afirmar que en la historia mundial- y comenzó una incansable búsqueda y lucha por recuperar los casi 500 nietos de los cuales había registro de su robo y apropiación, incluido, claro, el suyo. Ignacio Montoya Carlotto, el hijo de Laura, fue recuperado en el 2014.

En una entrevista exclusiva para Tiempo Judicial, Estela explicó la importancia de la búsqueda de los nietos, de restituir la real identidad y lo difícil del proceso que atraviesan, más allá de la alegría general, aquellos que son recuperados.

¿Fue importante el reconocimiento del Día en el 2004?

El apoyo institucional es muy importante, y sobre todo en democracia y de parte de un Gobierno que abre los brazos para tener memoria, para no olvidar. A nosotras nos alienta, nos acompaña, refuerza nuestro trabajo. Igualmente, hemos trabajado en dictadura, también con Gobiernos como el anterior -macrismo- y hemos seguido trabajando mucho. Pero es muy distinto tener el respeto de los integrantes del Estado, porque eso también lo vive el pueblo y ayuda a que busquemos y encontremos más nietos. 

¿Qué pasa cuando a una persona se le restituye su verdadera identidad?

La persona es la misma. Tiene un corazón, un cerebro, todo amoldado a la crianza de secuestro que le han dado los apropiadores. En algunos casos, han sido familias que los han comprado, cometieron el delito de la compra de un bebé y los anotaron como hijos propios. Ahora, otros estuvieron en manos de criminales y realmente fueron chicos muy mortificados, heridos, violentados y que también han sido sometidos a sus caprichos, por eso son personas que por ahí el derecho de saber no lo ejercen, no quieren y el temor los paraliza.  

¿La búsqueda cambió desde que comenzaron?

Una cosa era al principio y otra ahora. Ya nuestros nietos tienen más de 40 años, son padres y a veces los propios hijos, porque además de dar charlas en secundarias y universidades damos en jardines de infantes, son los que les dicen: “Fue una señora que dijo que están buscando a personas de tu edad, porque pueden ser hijos o nietos de ellas”. Eso, que ellos captan en el idioma sano que les hablamos, lo traducen en el poder saber de dónde uno viene, que puede ayudar al padre o a la madre a no quedarse sometida a no saber quién.

¿Y qué ocurre una vez que tienen la confirmación?

De ahí en más nosotros somos muy respetuosos, con mucho cariño, son nuestros amores. Encontrar a los primeros, que eran chicos ya nacidos antes del secuestro de sus padres, donde había una foto, un recuerdo, había una forma de identificar su carita, ellos fueron los primeros, era más sencillo. Después nació el banco de datos genéticos y podemos, por nuestra sangre, no equivocarnos con ninguna criatura. Ahora la ciencia está avanzadísima y nosotros también tenemos una institución completa, donde hay equipos interdisciplinarios con abogados, genetistas, psicólogos. Estamos mucho más perfeccionados. 

Las familias que recuperan un nieto, un hermano, un hijo o un tío… ¿También reconfiguran una nueva identidad?

En las familias hay un vacío, hay una búsqueda. Las que somos abuelas buscamos todos los nietos, pero lógicamente en el corazón tenemos la búsqueda del nuestro para ver cuándo nos toca. Y pensamos “cómo estará, quien lo habrá criado, cómo va a pasar el reencuentro, cómo lo habrán tratado”, incluso algunas veces pensamos sí vivirá, porque también los chiquitos mueren por enfermedades o por lo que fuese, todo eso para nosotras es así. Ahora, para la familia, cuando ingresa, hay muchas situaciones. A veces tardan años en aceptarlo. No es fácil entender, sobre todo si nunca sospechó y se preguntan por qué le pasó eso en la vida, porque le tocó tener una identidad tan especial. Están en algunos casos cómo enojados y negados. Nosotras tenemos que tener a todos los equipos, sobre todo los psicológicos, para la atención. Lentamente vienen, aceptan y adhieren a todo lo que corresponde a esa recuperación, que es saber de dónde viene y porque tiene tantas vocaciones que no tenían los que lo criaron, o la falta de cariño, porque a lo mejor era el policía que mató a los padres y se lo llevo como un trofeo. Hay una variedad enorme.

¿Muchos interpretan que a partir de la recuperación hay exigencias?

Para aquellos que duden, sepan que nosotras no queremos cambiarle la vida. Pueden seguir pensando y viviendo como quieran, pero sabiendo quiénes son. Una vez que los encontramos el destino de ellos es el que ellos quieren y dónde quieren estar. Unos quieren seguir viendo sus apropiadores y nadie le va a decir nada, porque ese es un derecho de cada quien. Los liberamos, no los esclavizados.

Y en cuanto a su identidad, Estela… 

Yo soy una abuela. No pienso dejar esto, y no por ser insaciable, sino qué tengo ya como rumbo y camino de mi vida el seguir buscando mientras esté con vida y salud para hacerlo. Quedamos poquitas abuelas, voy a cumplir 92 años en estos días, es mucho y tengo males físicos, pocos, pero le quitó importancia y sigo trabajando. Yo soy una mujer común, una maestra, directora de escuela, de clase media. Papá, mamá, dos hermanos, una familia muy linda. En los momentos de soledad que tuvimos por el virus, volví a pensar tanto en la familia y fueron todos recuerdos gratos, de cariño. Siempre fui muy activa y muy contestataria desde chiquita para la injusticia. 

¿Siempre accionó contra la injusticia? 

En la escuela primaria si algún chico se burlaba de otro porque tenía el pelo de alguna forma, o por lo que fuere, yo me enojaba terriblemente y le decía “vos quién sos para ofender a tu compañero”. Hay algo que tengo de nacimiento, de formación y de personalidad. Cuando tuve que salir a buscar primero en mi marido, porque lo secuestraron a él por 25 días, tuve que hablar con gente realmente repudiable, que nos sacó dinero porque pagué un chantaje, con abogados iguales y la misma justicia a la que le hacíamos recursos de Habeas Corpus, por qué nadie quería ayudarnos. Entonces ya estaba preparada para buscar cuando pasó el secuestro de Laura.

¿Ese fue un momento de mucho riesgo?

A mí no me importa que me maten, dije, yo voy a seguir. Cuando me quisieron matar hace muchos años en esta casa, durante la madrugada, me bombardearon. Vino el barrio entero a ver qué pasaba, yo pensé que había pasado en otro lado. Cuando la prensa me preguntó si yo tenía miedo les dije que no, que las balas que tenía ahí, tiradas en mi piso, eran las mismas que tenía Laura en su cráneo. Son los mismos. Entonces no tengo miedo y voy a seguir. Y eso no es que sea una heroína, es el amor de una madre, de una mujer que no soporta el sufrimiento que hemos tenido y que otros lo vuelvan a sufrir. Por eso memoria, verdad y justicia, y el nunca más, no son palabras sueltas, son realidades.  

Esa búsqueda dio frutos cuando encontró a su nieto…  

Al encontrarlo, encontré a Laura. Mi Laura volvió con él. La relación que tenemos es excelente, siempre que podemos nos vemos y, si bien ninguno de los dos es agarradero ni abrazador, cuando nos encontramos nos damos unos buenos abrazos. Es un gran músico, trabaja mucho en el país. Sigue en contacto con la familia que lo crió, no me cae mal, porque es su derecho, pero ahora cada uno sabe quién es y qué ha hecho. 

¿Es importante la colaboración de otros organismos, como el Equipo Argentino de Antropología Forense, para la recuperación de la identidad?

De alguna manera el equipo nace por nosotras. Cuando vinieron los científicos de Estados Unidos, ni bien comenzó la democracia, fue para crear el banco de datos genéticos. También vino un antropólogo forense que se ocupó de formar un equipo de jóvenes que eran estudiantes de medicina y de antropología para la exhumación de cuerpos, porque él era experto, pero ellos lo que hacían era referido a otros problemas, como accidentes de aviones y esas cosas. En este caso era muy distinto, no se sabe dónde están los restos, están en el mar, en el río, en fosas comunes, en los cementerios como N.N, entre toda esa falta de información se crea un equipo forense, que está también nacido a razón de una actitud de Abuelas por el tema de la identidad de los nietos.  

¿La identificación de los restos, darles identidad a esos cuerpos, también es parte de la lucha?

La identidad de los restos es muy importante. Cuando una abuela recibió los restos de su hijo, los huesos… los beso. “Por fin lo tengo”, dijo, y pudo enterrarlo, hacerle un homenaje, llorar sobre él. Es una necesidad humana, la idea de desaparecido es siniestra. El asesino Videla dijo “¿dónde están? no están”, y es mentira, el desaparecido estuvo y está en algún lado, pero no lo dicen. Todavía nos falta hacer bastante justicia en este sentido sobre estos represores. 

¿Qué le puede decir a quienes tienen miedo de confirmar su identidad?

Si tenés dudas de tu identidad, no te quedes con ellas, estamos las Abuelas, te estamos esperando. Si vienen o no vienen, sostenemos el derecho que tiene para él y su familia de saber quién es y de dónde viene. Él tiene gustos, actitudes, lógicas, propias y heredadas, de sus padres y no de quienes lo criaron falsamente. Que va a recuperar su libertad y ser él mismo, y sus hijos, que son también herederos de una identidad. Es cuestión de llegarles al corazón, insistiendo, aclarando que queremos ayudarlo a saber quién es. Después, tu vida sigue como vos quieras, tenés la libertad.