Daniel “Billy” Oyarzún, el comerciante que gerenciaba una carnicería en la localidad bonaerense de Campana abrió un debate intenso en la comunidad jurídica sobre la utilización de la legítima defensa y sus límites. Y el debate ciudadano sobre la justicia por mano propia.
Tras el veredicto del Tribunal Oral en la criminal (TOC) N° 2, cruzó la puerta de la sala de audiencias y en forma de desahogo tras dos años de angustias señaló a la prensa: “Ahora voy a poder trabajar para volver a tener mi carnicería, que es mi sueño".
"Estoy contento porque se hizo justicia", dijo Oyarzún entre lágrimas en la puerta de los tribunales de Campana donde se realizó el juicio que terminó con su libertad. Los nervios invadieron el ambiente. Después de cuatro días de juicio se iba a saber el veredicto por el homicidio de Brian González, el joven que manejaba la moto en la que escapó junto con un cómplice después de robar la carnicería de Oyarzún.
Tras el veredicto absolutorio, el carnicero que espera volver a trabajar cuanto antes aseguró: "Yo sabía que era inocente, no dudé nunca del resultado. Ahora voy a laburar y a cuidar a mi hija, y ver si puedo recuperar la carnicería que era mi sueño. Yo no soy un justiciero, siempre fui un laburador".
Para poner en contexto, un jurado popular y un buen abogado estratega lograron la absolución de Oyarzún pero la comunidad jurídica está abierta y en discusión. Hubo un robo que ocurrió cerca en un comercio de Campana, cuando Marcos Daniel Alteño entró armado a la carnicería de Oyarzún y tras apuntar a la cuñada del carnicero se llevó unos 5.000 pesos. Salió corriendo y se subió a la moto que manejaba Brian González, su cómplice. El carnicero los persiguió y a unas 3 cuadras del lugar embistió a la moto e hirió gravemente al delincuente. A las horas, murió en el hospital zonal. ¿Legítima defensa u homicidio simple?
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