No conocí en lo personal a Julio Maier, por lo que no me atrevo a hablar de él. Tenía la misma edad que mi padre Carlos, se conocieron e intercambiaron ideas sobre lo que luego fue el Código Levene, aunque mi padre haya partido hace 28 años, en 1992, coincidente en esos tiempos con el nacimiento del Código Procesal Penal de la Nación y la creación de la Cámara Nacional de Casación Penal, para la que habían trabajado en su diseño, mi padre como Director Nacional de Política Criminal,del Ministerio de Justicia a cargo de León Carlos Arslanián, conjuntamente con el Profesor Eugenio Raúl Zaffaroni. En aquel entonces yo tenía 19 años y cursaba primer año de la Facultad de Derecho de la UBA, en la materia Elementos de Derecho Penal y Procesal Penal en la cátedra del Dr. David Baigún.
A Julio Maier, lo leía por su obra de Derecho Procesal Penal. I. Fundamentos, cuyo ejemplar original, al día de hoy, en tiempos de pandemia, lo seleccioné para traer a casa, lo tengo como libro de cabecera en mi escritorio.
Lo conocí personalmente a Julio Maier, una sola vez en mi vida, que fue determinante. Hacía poco tiempo que me había recibido de abogado. Era 1997, en un seminario de carrera docente, que era ineludible para ser Jefe de Trabajos Prácticos. Para aprobarlo, debía hacer una defensa oral de mi presentación escrita. Era de a dos. Mi compañero de exposición fue Horacio Días. Ese día, invité a mi novia de aquel entonces Evelyn (actual esposa, madre de mis 3 hijos) para ver la ponencia y conocer los claustros de la hermosa Facultad de Derecho. El título de la ponencia fue “El juicio del juicio”. Julio Maier nos hizo una veintena de preguntas, nos paseó por todo el Derecho Procesal Penal. Creo haber contestado unas pocas preguntas, la mayoría en forma incorrecta. Quien en ese momento salió en nuestro auxilio con oportunas intervenciones fue el titular del seminario, Edmundo Hendler (luego Director de mi tesis doctoral La defraudación a la Hacienda Pública). Transpiramos mucho con mi compañero de ponencia. Nunca la pasé tan mal en la Facultad como ese caluroso día de diciembre y qué vergüenza ante mi novia!Pensé que el derecho procesal penal, no era para mí, tampoco el derecho penal. Menos hablar o enfrentar al público, o estar en un juicio. Miedo escénico. Dudé de si quería seguir abogacía, de la frustración que teníamos.
Ese día salimos con el colega Días apesadumbrados, de los que nos había hecho bailar Julio Maier con sus planteos, críticas, preguntas y re-preguntas, sin poder contestar siquiera la mitad de lo que nos señalaba. Nos fuimos enfrente de la Facultad, a tomar una cervezaa Las Artes, con el orgullo herido. Nos miramos fijo con el colega.Estábamos tan indignados que nos comprometimos a escribir un libro. Así llegamos a producir años más tarde, lo que fuemi primer libro (de nueve más que vendrían hasta la actualidad): “El control de la sentencia condenatoria en materia penal. Legalidad y eficacia de la garantía” (Editorial Ad Hoc, Buenos Aires, 2002). En dicha obra analizamos, entre otras cuestiones, el funcionamiento de la Cámara Nacional de Casación Penal, cómo actuaba en el control de constitucionalidad de las sentencias de los tribunales orales.Para esa época ya hacía cinco años que me desempeñaba como funcionario (primero como Prosecretario y luego como Secretario) de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico (trabajé tanto en la Sala A, como en la Sala B de dicho tribunal, con mucho aprendizaje y gratos recuerdos).
Tomé nota que una de las cosas más importantes en el ámbito académico y laboral es la búsqueda del conocimiento permanente, con espíritu crítico, sin bajar los brazos, trabajar duro, actualizarse permanentemente, para luego buscar más conocimiento, y volcar dicho saber jurídico en la proyección, dictamen o resolución de sentencias judiciales.
Hoy en día, mi colega Días es Juez de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional y yo soy Juez por concurso de la Cámara Federal de Casación Penal, hace ya 9 (nueve) años. Previamente había sido durante7 (siete) años, por concurso, Fiscal General ante los Tribunales Orales en lo Penal Económico y Director General a cargo de la UFITCo bajo la Procuración General de la Nación de Don Estéban Righi, que hace ya más de un año se cumple su aniversario de fallecimiento, y de quien también he aprendido mucho. Las enseñanzas de Julio Maier en Seminarios y Congresos me permitieron enriquecerme en lo intelectual, para permitirme llegar a ser Profesor Adjunto regular del Departamento de Derecho Penal y Doctor en Derecho Penal, ambos de la UBA. Me incentivaron a seguir concurriendo a la Facultad de Derecho, hasta la actualidad (no en pandemia, obviamente) como docente de grado, posgrado, doctorado. También como posdoctorando, bajo la Dirección del Dr. Daniel Pastor. Y me llevaron a coordinar y dirigir Revistas jurídicas de actualidad relacionadas con el Derecho Penal y el Derecho Procesal Pena. La búsqueda del conocimiento y la investigación es inagotable.
Nunca una persona me marcó tanto en lo intelectual del Derecho Procesal Penal que es fundamental para la aplicación en la Administración de Justicia, habiéndolo conocido tan poco en lo personal, pero con una obra inmensa en lo académico, de material de consulta permanente, que aplico en mi tarea cotidiana desde hace 27 años que trabajo en tribunales (como meritorio, empleado, funcionario, fiscal o juez) y la eterna enseñanza de aquel día del “juicio del juicio” con Maier: doblega al que te critica, no claudiques, escucha primero y habla después, vé en busca del saber jurídico actualizado, para aplicarloal saber empírico, el de la realidad práctica del sistema de administración de justicia de todos los días.
Gracias al Profesor Julio Maier, por el legado recibido.
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Por Mariano Borinsky. Juez de la Cámara Federal de Casación Penal.
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