Marcos Herrero llegó a Mendoza convertido en la última gran esperanza para encontrar a Viviana Luna, de 45 años, quien desapareció en diciembre 2016 en la precordillera, camino a Chile. Ahora, el adiestrador de perros y autodenominado investigador privado está preso por “plantar” pruebas para justificar los $150.000 que cobró a la familia.

La Justicia penal de Mendoza acaba de imputarle una batería de delitos, la estafa entre otros, y le dictó la prisión preventiva durante tres meses bajo el argumento de que liberarlo hasta que comience el juicio sería facilitarle el escape y la posibilidad de frustrar la pesquisa sobre su persona. Por eso Herrero está alojado en el establecimiento penitenciario lindero al nuevo Polo Judicial.

Al margen de esto, el paradero de Luna sigue siendo un misterio sin resolver, un enigma que comenzó hace más de 5 años en la montaña mendocina cuando salió de la casa que compartía con la familia rumbo a una entrevista de trabajo y nunca más se la vio.

¿Se suicidó o se fue por propia voluntad? En la Justicia de Mendoza abonan la primera hipótesis con la inmensidad de la precordillera asomo con el escenario perfecto.

Rastreador

Herrero tiene 45 años y vive en Río Negro. Las referencias públicas de que había aportado pruebas en las búsquedas de los desaparecidos Facundo Astudillo Castro, Santiago Maldonado y la santacruceña Marcela López fueron la tabla de salvación para los hijos y hermanos de Viviana Luna.

Herrero ganó fama con el presunto hallazgo, en Santa Cruz, de fajos de dólares termosellados y en cajas. Se vinculó esa situación a una pesquisa sobre el kirchnerismo orientada por diputadas macristas. Fue 8 días antes de las PASO: la Justicia federal de Río Gallegos archivó la causa días atrás porque los billetes era del juego de mesa El Estanciero

Desde Mendoza lo contactaron, le plantearon el caso, le dieron información sensible que ya la Justicia había considerado y para contratarlo vendieron prácticamente todos sus bienes; hasta hicieron colectas entre parientes y amigos.

Que la Justicia y la Policía de Mendoza no hubieran encontrado ni un rastro concreto de la desaparecida los había empujado a buscar una solución por afuera del sistema. La desesperación, lógica en estos casos, hizo el resto, a fuego lento.

Ya había negado la Justicia a la familia de Luna la posibilidad de incorporar a Herrero con sus perros de rastreo a la pesquisa oficial. “Tráiganlo ustedes”, les contestaron por una doble razón: de protocolo y presupuestaria. Y los hijos y la hermana de Luna lo trajeron.

Viviana Luna está desaparecida en Mendoza desde diciembre de 2016 en Potrerillos.

Novedades

En septiembre se produjo la primera sorpresa: Herrero aportó a la pesquisa oficial parte de un cráneo y dijo que la había encontrado gracias al trabajo de sus canes especialmente entrenados para detectar seres humanos.

¿El lugar? Una cabaña en la villa de Potrerillos, situada en un complejo cuyo mantenimiento y administración estaban a cargo del ex esposo de la desaparecida. Toda esa geografía y especialmente esas propiedades ya habían sido rastrilladas por la Policía de Mendoza en los días posteriores a la denuncia de que Luna no había vuelto a casa. Ahora, todo estaba chamuscado.

Días después, mientras el Ministerio Público Fiscal peritaba la osamenta a través de los profesionales del Cuerpo Médico Forense y del Laboratorio de Huellas Genéticas, sucedió la segunda novedad: el hallazgo de más rastros e indicios.

Se trató de un monedero, más restos óseos y papeles con anotaciones que incluyen situaciones y nombres de personas, entre otras el jefe de la Policía de Mendoza, Roberto Munives, y el juez federal con competencia electoral Walter Bento, quien afronta un proceso penal y administrativo por delitos de corrupción.

Avanzado octubre, el Cuerpo Médico Forense descartó que el hueso encontrado en Potrerillos hubiera pertenecido a Viviana Luna por una razón sencilla: era un cráneo de varón. Pero a la par, y sin que se supiera, al menos de modo oficial, la Justicia, que sospechaba de la honestidad y métodos de Marcos Herrero, encaraba una investigación conjunta con otras provincias.

Dijo el fiscal jefe de Homicidios, Fernando Guzzo: “De las 12 extracciones practicadas por el Laboratorio de Huellas Genéticas, la totalidad de ellas arroja como resultado que el cráneo encontrado pertenece al de un varón”.

Luego, lo impactante, lo impensado, al menos por el gran público: se descubrió que los huesos aportados por Herrero como fruto del segundo hallazgo eran piezas que él mismo había tomado de una pesquisa hecha en el sur del país por la empresaria hotelera Marcela López.

Esta conclusión, apoyada en bases científicas, como el ADN común entre distintas muestras peritadas en Mendoza y Santa Cruz, fueron suficientes para que la Justicia de Mendoza ordenara la captura de Herrero.

La frutilla del postre la aportó Laura Ballester, de la agrupación de búsqueda y localización de personas con perros Kunti K9. Ella, que fue ayudante local de Herrero, grabó todas las maniobras como elemento de prueba de lo actuado pero de esos videos surgió que el hombre traía en la mochila los huesos que aparecieron en la cabaña y que habían sido de la patagónica Marcela López.

Ballester no fue imputada por la Justicia por haber colaborado con los fiscales. Ella sabía la manipulación de los huesos y lo admitió en conversaciones telefónicas peritadas posteriormente. El rastreador fue detenido en su casa de Río Negro a comienzos de diciembre, justo cuando se cumplían 5 años de la desaparición de Luna.

Herrero al momento de su detención en Mendoza.

Coletazos

Desde Río Negro, la familia de Herrero se quejó públicamente por la detención y sembró serias dudas acerca de si el hombre realmente iba a volver con vida a su casa tras la pesquisa judicial en Mendoza por estafas y otros delitos adicionales.

Dijo el abogado defensor, Mauricio Cardello: “No hay hay suficientes pruebas como para que lo puedan determinar culpable del caso”

Llamativamente, parte de la familia de Luna adhirió a ese clamor bajo el mismo argumento: que la Justicia de Mendoza había detenido al rastreador porque en pocas semanas había hallado los resultados que la fiscalía nunca encontró: las pruebas de que había sido víctima de un crimen o cuanto menos presa de una red de trata de personas integrada por personalidades destacadas.

El fiscal Gustavo Pirrelo le imputó cinco delitos: estafas, falsa denuncia, falso testimonio, encubrimiento y usurpación de títulos y honores. Y fue más allá todavía: a sabiendas de que la Justicia de Garantías podía otorgarle el beneficio de la excarcelación mientras la instrucción penal preparatoria previa al juicio era completada en los tribunales, pidió que Herrero siguiera preso en Mendoza.

Al final de la audiencia, la jueza Mariana Gardey apoyó el planteo y bajó el martillo: le impuso la prisión preventiva por tres meses a cumplir en esta ciudad por considerar que podía entorpecer la pesquisa fugándose, por ejemplo, si le daban la chance de salir de la prisión.

En la Justicia de Mendoza tienen como objetivo, de acuerdo a las pruebas acumuladas, que Herrero acepte ser condenado en un juicio abreviado por el mínimo del monto de la pena.

Si esto ocurre estaría reconociendo que mintió y que denunció falsamente cuando aportó los huesos, el monedero y los escritos, que se hizo pasar por el profesional de la investigación que no es y que estafó cuando cobró $150.000 a la familia Luna a cambio de una mentira tan inmensa como la precordillera de Mendoza.