En la madrugada del jueves, un avión Boeing 767-300 de Omni Air International, contratado por el gobierno de Estados Unidos, aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza.
A bordo viajaban diez argentinos deportados como parte de la política migratoria del gobierno de Donald Trump.
La aeronave, que previamente había hecho escalas en Bogotá y Belo Horizonte, llevaba un número indeterminado de pasajeros, aunque su capacidad total era de 247.
A pesar del esfuerzo del gobierno de Javier Milei por mantener el secretismo sobre el operativo, la llegada de los deportados se filtró a los medios, y varios familiares se acercaron al aeropuerto para recibir a los expulsados.
"No somos criminales", el testimonio de los deportados
Mario Luciano Robles, uno de los deportados, relató que fue arrestado en Texas tras cruzar ilegalmente desde México. “No somos criminales, no matamos ni violamos, solo vamos por el ‘sueño americano’”, expresó Robles, quien ahora se encuentra separado de su esposa e hijo.
Maximiliano García, otro de los deportados, relató cómo, tras haber vivido legalmente en Estados Unidos por más de 20 años, fue detenido al intentar regularizar su situación migratoria. Según García, las autoridades lo arrestaron debido a una orden de deportación que nunca le fue notificada. “A los ojos de ellos somos criminales”, lamentó, al tiempo que denunció que las políticas migratorias de Trump están separando familias.
Por su parte, el embajador argentino en Estados Unidos, Alejandro Oxenford, minimizó la situación al declarar que Argentina es uno de los países con menos deportaciones. Sin embargo, justificó la decisión de EE.UU. al asegurar que corresponde a cada nación decidir sobre las violaciones a sus leyes migratorias.
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