La nueva normalidad digital, que se vio acelerada y forzada durante la pandemia, trae aparejada nuevas complicaciones en materia delictiva. Las estafas y los robos existen en nuevos formatos y sorprenden a muchísimos ciudadanos que aún no están concientizados en los peligros que habitan en este nuevo formato que no distingue edad, nivel de educación ni fronteras.
El periodista e investigador Sebastián Davidovsky editó el libro “Engaños digitales, víctimas reales: Historias de estafas por internet y hackeos en la Argentina”. En él, recopila varias historias sobre estafas. En él, busca concientizar sobre el peligro de estar desprevenido en la web.
¿Cómo se podría describir el libro?
Es una investigación periodística con diferentes casos en Argentina, donde se trata de empezar a entender las consecuencias de un engaño digital. En muchos casos aún se habla de los viejos virus o de qué le pasaba a las computadoras, equipos y no a las personas. Muy pocos eran los que antes perdían dinero o a lo sumo se necesitaba una reparación, pero se empezó a notar este cambio, un nuevo paradigma donde los daños no son a los equipos, sino a las personas a través de estos engaños o estabas digitales.
¿Y que se define como un “engaño digital”?
Cuando se habla de un engaño digital, no tiene que haber encuentro físico entre las dos partes y los delitos se pueden cometer desde cualquier lugar, no hay fronteras. Se pueden cometer desde otro país a Argentina, o desde aquí a otro país, es decir, el mundo digital no tiene fronteras. Esto también permite que haya mucha escala entre los delincuentes, por lo cual, no es que están buscando a una persona, a dos o tres, sino que buscan muchos a la vez, lo que marca una diferencia con el mundo físico.
¿Cualquiera puede ser una víctima?
Es difícil tipificarlas, uno pensaría que cae gente mayor pero no es así. El libro tiene casos donde cayeron chicos de 12 años, de 20, 25, de cualquier edad. Estos delitos no tienen nivel académico, no hay edad, entonces como objeto de estudio me pareció bastante amplio.
¿Es sencillo exponer estos casos a las autoridades?
Muchas veces las comisarías no saben, de hecho, tuvieron mucho que aprender en la pandemia, pero deberían tomar estas denuncias. Hay una variable principal a la hora de no denunciar que es la vergüenza, habernos sentido muy vulnerables y realmente hay historias que son muy angustiantes.
Todas deben ser difíciles ¿recordás alguna que te haya impactado?
Una de las historias que me enteré y no puse en el libro porque es reciente, es de una persona que creyó que estaba viviendo una historia de amor por Tinder y llegó a dar 90 mil dólares. Así planteado uno no entiende cómo se llega a dar esa cantidad, pero es un proceso. Y justamente, desde el libro, busco contar ese proceso y tratar de describir cómo es que actúan los estafadores digitales, cómo van trabajando psicológicamente a sus víctimas y cómo van estableciendo todos los canales posibles para engañar.
¿Pero se busca un perfil en particular?
Hay algunos engaños que tienen que ver con vulnerabilidades técnicas y otras con las emocionales. Una cosa es la falta de guita, la soledad, la falta de sexo y otra muy distinta son los problemas en tu infraestructura, que permite que estos delincuentes puedan hacer un ataque.
¿Cómo ves al país frente a estas amenazas?
En el país hay muchos desafíos aún. Durante la pandemia un gran exilio analógico y mucha gente tuvo que adaptarse y adoptar herramientas digitales para estudiar, para trabajar, para verse con sus amigos, para pagar las cuentas y muchos fueron a costa de la seguridad. Una cosa es adoptar herramientas digitales, y otra es adoptar un pensamiento critico y entenderlas.
¿En el libro se puede encontrar algunas pautas para un mejor uso?
Yo fui por el recurso periodístico, de investigación, para poder recopilar estas historias y además están en un formato de crónica. Y lo que busco también es interpelar como utilizamos la navegación digital. Pero además perturbar un poco, doy algunos consejos. No se busca que se apague la computadora o el celular, y no es lo que se debería hacer. Pero si se busca concientizar sobre las pasividades que existen para que se tome conciencia sobre los riesgos.
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