El abuso sexual a menores es uno de los delitos que mayor condena social tiene. No obstante, es el que más se oculta. Los motivos suelen ser varios, pero entre los principales y más dolorosos se encuentran la vergüenza de la víctima, a contar lo que le ocurrió, y que en un gran porcentaje de casos el abusador es un familiar. Este es el caso de Vera, una mujer que a sus 86 años decidió no guardar más silencio y contó su vivencia. La estadística asusta, 1 de cada 5 niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual según una campaña pública del Consejo de Europa.
Ella pertenece a la ONG Adultxs por los Derechos de la Infancia y hace unos días dio su testimonio frente al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, con la participación de funcionarias públicas del Centro de Asistencia a las Víctimas de Delitos. Al respecto, Tiempo Judicial dialogó con Sebastián Cuattromo, cofundador del colectivo y persistente luchador por los derechos de los niños, sobre el caso de Vera y el libro que sacó la organización hace menos de un año y que recoge muchas historias escritas por las mejores plumas del país.
“Inmediatamente me empastillaron. Me hice adicta a los sedantes desde que era una niña hasta que entré en Narcóticos Anónimos. Estuve 46 años como zombie y tuvieron que pasar casi cinco de estar ‘limpia’ hasta que pude recordar los abusos”, cuenta Vera.
¿Quién es Vera?
Vera es una compañera del grupo que tiene 86 años, y es todo un símbolo de esperanza para nuestro camino colectivo. Es una gran participante del libro Somos Sobrevivientes, es uno de esos ocho relatos. Hace unos días fuimos con ella al Poder Ejecutivo Nacional, en particular ante el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, y dentro del Ministerio de Justicia, puntualmente en el ámbito de lo que es el Centro de Asistencia a las Víctimas de delitos, y donde también estaban presentes funcionarias del otro programa que se llama PatrocinAr, y en todo este ámbito institucional lo que hicimos fue acompañar a nuestra compañera Vera quien, con esa edad, sentía la gran necesidad de brindar el testimonio acerca de los abusos sexuales y que su testimonio y relato fuera escuchado y recepcionado institucionalmente por el Estado.
¿Cuál era su caso?
En el caso particular de Vera sus abusos ocurrieron cuando era niña y su abusador, que en su caso fue su progenitor, falleció hace mucho tiempo. Mucho más allá de la cuestión judicial, esta compañera, que brindó todo su testimonio público tan valiente y tan maravilloso, lo que quería hacer era que todo ese sufrimiento de su infancia de alguna manera se fuera y quedara una constancia, un precedente dentro del ámbito estatal. Para nuestra mirada hay un gran valor simbólico y un gran aporte a nivel público, justamente, para seguir dando cuenta de esto, de que las y los sobrevivientes de abuso en la infancia hablamos cuando podemos y eso ocurre muchas veces décadas después de que ocurrieron los delitos. Compartimos nuestro dolor cuando sentimos que hay una sociedad que nos va a escuchar, que va a ser empática, que va a ser solidaria con nosotros.
¿Cómo se puede profundizar la lucha por la causa?
En nuestro caso estamos comprometidos permanentemente desde hace años tratando de sembrar en esa dirección, con nuestra presencia pública, por eso tan importante lo simbólico. Tenemos a una persona de 86 años que dijo “ahora puedo contar y compartir esto y quiero que el Estado me escuche y que el Estado le dé la importancia institucional”.
¿Qué respuesta hubo?
Algo que pasó en la ceremonia institucional porque realmente se le dio la importancia. La directora nacional de Víctimas, del Ministerio de Justicia, a nombre del Estado le pidió perdón a nuestra compañera por no haber sabido generar las condiciones para que ella mucho tiempo antes hubiera podido expresar y compartir el dolor de la injusticia de la que era víctima.
¿Y desde el Estado como puede mejorar la situación?
Si en todas las escuelas del país se aplica como corresponde la ley de Educación Sexual Integral, que tenemos en la Argentina desde 2006 y que todavía está muy lejos de ser una realidad como debería, se estarían generando contextos. Los mismos servirían para que niñas, niños y adolescentes, trabajando sus emociones, trabajando sus sentimientos, modos y modelos de relación y vinculación, accediendo a información científicamente validada de acuerdo a cada edad y a cada etapa evolutiva, ni que hablar si hay docentes capacitados y capacitadas que sepan ver y escuchar lo que las chicas y los chicos manifiestan en los ámbitos educativos se podría saber que ocurre de una mejor forma. Pero hay que recordar que es una responsabilidad colectiva, para criar a un niño o niña hace falta una aldea el Estado, en sus distintos niveles y modalidades, debe ser el garante de los derechos de la infancia.
Editaron un libro que contó con la participación de grandes firmas…
Bueno, nuestro libro Somos sobrevivientes: Crónicas de abuso sexual en la infancia, es un motivo de enorme orgullo y de alegría, de felicidad, para nuestro colectivo y para nuestra causa colectiva en general. Este libro fue escrito por ocho de las y los mejores escritoras y escritores de nuestro país: Claudia Aboaf, Félix Bruzzone, Gabriela Cabezón Cámara, Juan Carlos Kreimer, Fabián Martínez Siccardi, Sergio Olguín, Claudia Piñeiro, Dolores Reyes.
¿De qué trata?
Lo que hacen en el libro es contar ocho historias de quienes integramos la ONG y cada escritor y escritora volcó esa experiencia en el relato de la historia, así que son ocho historias. En mi caso, por ejemplo, la cuenta Claudia Piñeiro y el relato se llama “Un varón devaluado”.
¿Es una obra casi única en su tipo?
El libro es un acontecimiento cultural de enorme magnitud para la lucha colectiva frente al delito de abuso sexual. Fue editado en noviembre pasado por la editorial Alfaguara y está en todas las librerías del país. Su presentación fue el día 19 de noviembre, que es el Día Internacional de Lucha Contra el Abuso Sexual, en la Casa Rosada con el presidente de la Nación Alberto Fernández. Esto es una clara interpelación crítica al rol que tiene el Estado y esto por supuesto es lo que le manifestamos al Presidente en aquella audiencia pública.
¿Qué importancia tienen exponer estos relatos?
Lo que hacen es alentar a otros y a otras a que cada vez sientan más que también pueden salir a compartir sus dolores, y que al hacerlo al mismo tiempo estamos ayudando a tratar de cambiar la historia de los que vienen detrás, para proteger a la infancia de hoy y del futuro. Sin duda esa experiencia tan trascendente que, en nuestro caso, claramente le da un sentido magnífico a nuestros propios dolores que tantos años de luchas tuvieron. Como decimos en este nuevo compañero de lucha, que en nuestro caso es nuestro libro, somos sobrevivientes
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