El Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la provincia de Córdoba confirmó una sentencia que absolvió a un hombre que estuvo tres años preso por el supuesto femicidio de Carina Drigani. La justicia comprobó que la muerte de la mujer fue por un accidente cuando esta cayó en un arroyo de poco caudal en la localidad de Icho Cruz.

Hugo Salas pasó tres años en prisión por un femicidio que no cometió. El 5 de mayo de 2016 Carina Drigani, kinesióloga y madre de cuatro hijos, fue encontrada muerta en un arroyo de Icho Cruz y la autopsia reveló que la mujer murió por asfixia por sumersión. La mujer había tomado ansiolíticos y tenía heridas punzo cortantes.

La pista, en los comienzos de la investigación, presumía que Salas había drogado y retenido a la mujer en una casa deshabitada de un cliente de él en Icho Cruz y allí había fingido un suicidio. El hombre fue detenido en agosto de 2016.  Continuo preso aunque después, en 2019, llegó el juicio ya con Salas en prisión domiciliaria. En agosto de ese año, finalmente, el hombre fue absuelto por los jurados populares y Cámara 4ª del Crimen de esa provincia.

Esa sentencia de 2019 fue ratificada ahora por el TSJ de Córdoba. Conocida la decisión del máximo tribunal provincial, Teresita Larrazabal, defensora de Salas, habló con medios provinciales y destacó que el hombre “ha recuperado la vida normal de un ciudadano, fue totalmente injusta la detención, el hecho no existió”.

 

 

“Las pruebas eran claras, esto fue un accidente. Y tuvimos que esperar la audiencia de debate para que los peritos médicos, psicólogos, explicaran cuál era la patología de Carina Drigani. Ella venía con padecimientos de muchos años de problemas psicológicos, tuvo tres episodios de parálisis de la mitad del cuerpo y eso hacía que se perdiera”, dijo.

¿Que comprobó la Justicia? Que la mujer, en un estado de absoluta vulnerabilidad, estaba bajo los efectos de psicofármacos, cuando perdió el conocimiento y cayó en el arroyo. La fiscal apuntó contra salas haciendo hincapié en los elementos que mostraban a que todo se trataba de relación tóxica.

Aunque los investigadores de la división Homicidios insistían con que no había pruebas para incriminar a nadie la fiscalía se apoyó en una suerte de investigador privado que luego en el juicio confesaría que en realidad él había llegado a la hipótesis de un asesinato mirando sólo las fotos del cadáver en el arroyo.