El pasado martes 22 de agosto, las comisiones de Legislación de Trabajo, la de Mujeres y Diversidad, y la de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados de la Nación emitieron un dictamen favorable para el Proyecto de Ley "Cuidar en Igualdad", que propone la creación del Sistema Integral de Políticas de Cuidados en Argentina.

Dicho sistema busca ampliar las licencias parentales y crea una asignación para garantizar el derecho a cuidar de las personas gestantes, no gestantes y adoptantes que sean monotributistas y autónomas.

Según proyecciones del Ministerio de Trabajo, si esta iniciativa se convirtiera en ley podría beneficiar a 372.926 personas, de las cuales 303.900 son del sector registrado y el restante del sector de monotributistas y autónomos.

Es que Argentina cuenta con una de las licencias de paternidad más cortas de Latinoamérica: sólo 48 horas, la misma cantidad de tiempo que se otorga por una mudanza.

Sin embargo, el beneficio es mucho más amplio. No sólo los padres merecen también la oportunidad de contar con más días para cuidar a sus hijas e hijos, sino que también las madres no tendrán que lidiar solas con un recién nacido tras haber parido, situaciones que muchas veces incentiva la tan frecuente depresión posparto. En consecuencia, la mayor simetría en la distribución de las tareas de cuidado y tareas domésticas significará también mayor igualdad en el espectro laboral.

Una de las razones de desigualdad entre hombres y mujeres en este campo es, precisamente, la gestación y la adjudicación de las tareas domésticas a las mujeres, mientras que los hombres pueden seguir ocupándose de su vida laboral sin interrupciones.

Es por esto que Tiempo Judicial consultó a Delfina Schenone Sienra, responsable del Área de Políticas del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), una entidad dedicada al estudio, capacitación e intervención en la creación de políticas públicas con perspectiva de derechos humanos.

La entrevistada no sólo analizó el “cambio de paradigma” que traería la aprobación de este proyecto, sino que también habló sobre trabajos investigativos que desde ELA realizan sobre esta temática, tal como el informe “Las voces del cuidado: Opiniones sobre paternidades, licencias y políticas públicas de cuidado en Argentina” o la campaña para reflexionar sobre las licencias por paternidad y tiempos de cuidados “Recuerdo de mi licencia por paternidad”.

A saber, el proyecto apunta a elevar a 126 días la licencia por nacimiento de hijos para las madres, mientras que para los padres sube a unos 15 días durante el primer año de la ley y 30 días en el segundo, hasta emparejar a 90 días durante un período de 8 años, a la vez que incluyó aumentos de licencias para personas no gestantes y por adopción.

Otros tipos de licencias se encuentran tenidas en cuenta en dicho proyecto: por matrimonio o unión convivencial, 12 días corridos; por fallecimiento de cónyuge, conviviente, hijo o hija, hijo o hija afín, 10 días; por fallecimiento de padre, madre, padre, hermano o hermana, nieta o nieto, 3 días corridos.

Delfina Schenone Sienra

Delfina Schenone Sienra

Por el cuidado por enfermedad de un miembro del grupo familiar, persona a cargo, un máximo de 20 días por año. Por interrupción del embarazo, 10 días corridos contados a partir del día en que se solicita la licencia, entre otros tipos de licencias.

-Con la campaña “Recuerdo de mi licencia por paternidad” buscan generar conciencia sobre lo escaso que resultan dos días de licencia de paternidad, ¿por qué es necesario ampliar esta licencia?

-El tiempo de cuidado es un componente clave del cuidado. Para cuidar de un otro necesitamos distintas cuestiones entre las que se encuentra el tiempo, el dinero, los apoyos, infraestructura y servicios. Que los padres y las personas no gestantes tengan licencias más extendidas por nacimiento o adopción permite mejorar las condiciones para que puedan cuidar de sus hijos, para que se puedan involucrar en las tareas cotidianas de crianza, para que puedan desarrollar un vínculo afectivo, aprender de las necesidades de sus hijos, acompañar a sus parejas, dedicar tiempo a la reorganización de la dinámica familiar, entre otras tareas.

Es decir, la clave es entender que el cuidado es una práctica y como cualquier práctica necesitamos ejercitarla y aprender a hacerlo y, justamente, las licencias brindan un tiempo para poder hacerlo. Hoy en día seguimos teniendo una licencia de tan solo 2 días que fue creada hace casi 50 años con el único objetivo de que los padres pudieran ir a registrar a sus hijos después del nacimiento, no tenía una concepción de los padres como sujetos cuidadores, porque en ese momento solo se asociaba el cuidado a las mujeres.

Los compromisos internacionales que ha asumido Argentina en materia de derecho al cuidado en las últimas décadas, de responsabilidades parentales, de derechos de niñas y niños, que ya tienen rango constitucional, junto con los avances que ha habido en términos culturales y sociales nos posicionan en un lugar donde lo que buscamos es que haya mayor corresponsabilidad de estas tareas entre los géneros y por eso necesitamos que la normativa acompañe este cambio y lo promueva al mismo tiempo.

-¿Cómo influiría la ampliación de esta licencia en el funcionamiento familiar y en el ambiente laboral o social?

-Extender la licencia de nacimiento para padres y personas no gestantes y crear una licencia por adopción es una condición necesaria para promover relaciones más igualitarias dentro de los hogares en relación al cuidado y las tareas domésticas y, fundamentalmente, que los varones puedan tener una participación más activa en la crianza de sus hijos e hijas.

Hoy en día, las estadísticas nos siguen mostrando que gran parte del trabajo doméstico y de cuidado sigue estando a cargo de las mujeres, tengan o no un trabajo remunerado. Incluso, hay distintos estudios que muestran que, con la llegada de un nuevo integrante al hogar, con el cambio de dinámicas que implica, la reorganización que requiere, y todo el aprendizaje que implica conocer, vincularse y encargarse de un bebé, es vital que ambas personas estén presentes y preparadas para todo el proceso que sigue.

Es decir, sabemos que, si los varones están en sus hogares aprendiendo a cuidar durante un tiempo prolongado, toman conciencia y dimensión sobre todo lo que implica ese cuidado, el tiempo y el esfuerzo que requiere, y esa conciencia habilita a una mayor participación e involucramiento en las etapas posteriores y suele mostrarse una correlación positiva con menores niveles de violencia. Eso es clave para posibilitar hogares con relaciones más igualitarias, donde haya menos tensiones derivadas de estas dinámicas familiares que suelen estar muy feminizadas. Y eso repercute en un nivel más agregado en que haya cada vez mayor igualdad de género.

Ahora bien, en términos más macro, teniendo en cuenta el acceso al empleo y las condiciones más estructurales de desigualdad, lo que sabemos es que la desigualdad laboral y económica que viven las mujeres es la contracara de la desigualdad en el reparto de las tareas domésticas y de cuidado. Como el tiempo es finito, y el día tiene solo 24 horas, si las mujeres dedican el doble de horas en promedio que los varones a cuidar de personas y de sus hogares, en general tienen menos tiempo para otras cosas: para estudiar, para trabajar, para generar ingresos, para esparcirse, hacer deporte, participar políticamente, etc.

Y eso lo podemos constatar con datos muy concretos. Las mujeres tenemos en promedio menos participación en el empleo, más subocupación (cuando trabajas menos de 35 horas de manera involuntaria), menores ingresos, más pobreza, menos acceso a la seguridad social, peores jubilaciones. Hay toda una inserción laboral precarizada y con trayectorias laborales interrumpidas porque las mujeres a mayor cantidad de hijos suelen retirarse en mayor medida del mercado laboral y eso implica menos ingresos, menos aportes jubilatorios. Y esta situación es completamente inversa en el caso de los padres, que a mayor cantidad de hijos incrementan su participación económica.

Entonces, ese reparto desigual de los cuidados, que sigue estando altamente feminizado, es un factor clave para entender la desigualdad estructural de género que atraviesa a toda nuestra sociedad. Y por eso es tan importante transformar esa situación y tender hacia una sociedad con mayor corresponsabilidad del cuidado, comprendiendo que todas las personas tienen la misma responsabilidad y derecho a cuidar así como de recibir cuidados y de que nadie nace sabiendo cuidar, sino que es una práctica que implica aprendizaje.

-En las comisiones de Mujeres y Diversidad y de Legislación del Trabajo del Congreso Nacional se debatió para emitir dictamen sobre el proyecto que busca ampliar las coberturas y los tiempos de licencias parentales. Si seguiste el debate, ¿qué te pareció? ¿Cómo considerás que se viene dando el debate social respecto a este tema?

-Si tomamos en cuenta el dictamen de mayoría que se firmó el 22 de agosto, que es el que propone los mayores avances, lo que se observa es un cambio de paradigma. Se plantea un esquema que promueve la corresponsabilidad entre los géneros, que reconoce las distintas identidades de género y conformaciones familiares, incorpora y equipara derechos entre las gestaciones y las adopciones, reconoce y otorga tiempos de cuidado que van más allá de los primeros momentos de vida, y abarca un abanico importante de situaciones que requieren de tiempo.

 

Además, un punto fundamental es que se avanza por primera vez en reconocer y garantizar el derecho al cuidado que tienen las y los trabajadores que no se encuentran bajo relación de dependencia y que tienen trabajo independiente registrado (monotributistas y monotributistas sociales y autónomos) mediante el otorgamiento de una asignación de un salario mínimo vital y móvil durante el tiempo que dura la licencia de nacimiento o adopción. Hay que entender que hoy en día la mitad de la población trabajadora no accede a ningún día de licencia, están totalmente carentes de derechos laborales. Entonces este reconocimiento es un avance importante frente a un gran vacío. Si bien quedan afuera quienes son totalmente informales, creo que es un avance importante y necesario.

Ahora bien, lo que vemos es que, por un lado, hay un consenso político en la necesidad de avanzar con este tema porque hace años todas las fuerzas políticas presentan proyectos que modifican las licencias. Sin embargo, hace al menos dos décadas que no logramos avanzar y los proyectos pierden estado parlamentario de manera sistemática. En este punto, si bien vemos que hay voluntad por parte de las distintas fuerzas, no vemos muchas posibilidades de que haya acuerdos transpartidarios para avanzar, que es clave. Es un desafío que el tema transcienda la polarización política en un contexto como el actual y nuestros esfuerzos como organización se han dado en intentar que todas las fuerzas comprendan la importancia de este avance y tengan a mano argumentos y evidencia.

-Según datos de una encuesta realizada por la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires, 2 de cada 10 trabajadores bonaerenses desconocen si hay licencia por paternidad en su trabajo, 3 de cada 10 no saben la extensión que tiene esta licencia. Además, 2 de cada 10 de los encuestados padres no se tomó la licencia por paternidad aun correspondiéndole. ¿Considerás que la comunicación de este tema es insuficiente? ¿Cuál es tu opinión respecto a estos datos?

-No conozco el caso de PBA en profundidad más allá del cambio de normativa que tuvieron. Pero a partir de la experiencia con otras instituciones públicas y privadas, creo que en los ambientes laborales hay ciertas culturas organizacionales, ciertas inercias donde sigue prevaleciendo el ideal del trabajador que tiene plena disponibilidad y no tiene responsabilidades familiares que interfieran con el trabajo.

El mundo del trabajo se conformó a la medida de ese ideal de trabajador sin responsabilidades familiares, que era el masculino y por eso las mujeres, sobre todo madres, son las que tienen aún hoy discriminación laboral.

Si bien hay espacios que incorporan licencias extendidas de paternidad o para personas no gestantes, es necesario analizar cómo y en qué medida fue comunicada la medida, qué opinan de la licencia los mandos medios, qué tanto habilitan a que la gente se la tome, qué tanto se la toman ellos mismos y dan el ejemplo, qué tanto se promueva desde la dirigencia o las autoridades este cambio, si la licencia es obligatoria o es optativa, si implica algún impacto negativo en los ingresos, si luego puede repercutir en las posibilidades de ascensos o acceso a oportunidades laborales futuras, etc.

Es decir, hay muchos factores que analizar para entender por qué una licencia puede no estar funcionando como se espera y esa evaluación debería servir para ajustar lo que sea necesario. Conozco casos de empresas que han extendido su licencia y que al principio los varones no la usaban y luego de un trabajo de comunicación interna, trabajo con los jefes directos, promoción activa por parte del equipo de RRHH, incentivos a utilizarla, etc. se evidenció un cambio positivo logrando que el 100% de quienes son padres se la tomen. Esto, evidentemente, es algo que se puede mejorar. Hay que darles tiempo a algunas medidas, pero sobre todo acompañarla con otras políticas que incidan en la cultura organizacional e incentiven a cambiar esa inercia donde los varones no se ausentan por responsabilidades de cuidado.

 

-¿Qué opinión se desprende del informe “Las voces del cuidado: Opiniones sobre paternidades, licencias y políticas públicas de cuidado en Argentina” respecto al compromiso de los varones en las tareas de cuidado y crianza?

-El estudio nos muestra que todavía tenemos un gran desafío por delante en materia de visibilización y desnaturalización del cuidado. Para muchas personas, la responsabilidad por la provisión y gestión de los cuidados sigue siendo considerada como un asunto privado, como una responsabilidad exclusiva de las familias y que debe resolverse puertas adentro. Y aunque al interior de los hogares los varones empiezan a mostrarse más receptivos y predispuestos a compartir estas tareas, aún persisten brechas significativas entre lo que ellos dicen hacer y lo que efectivamente hacen.

Un dato que nos permite ver hasta qué punto los cuidados siguen estando naturalizados e invisibilizados como problemática social es que cuando se les pregunta a las personas con qué asocian el cuidado de forma espontánea lo primero que aparece es el amor, la protección y la salud. Las referencias al trabajo, a las y los trabajadores del cuidado, al estrés, cansancio y sacrificio que implica muchas veces cuidar son mínimas. Sin embargo, son cuestiones que luego aparecen en la encuesta.

Por ejemplo, el 58% de las personas entrevistadas indicó estar de acuerdo con la frase “La manera en que mi pareja y yo nos repartimos las tareas de cuidado en el hogar es una causa de estrés para mí”, valor que asciende a un 63% entre las mujeres.

La clave está en entender que todavía no logramos que los cuidados se dimensionen como trabajo a pesar de que lo son y de que la forma en que lo distribuimos tiene impactos negativos. Por eso decimos que el gran desafío sigue siendo poder evidenciar que los cuidados son un tema social que requiere de políticas públicas, que no es un tema que las familias deben resolver como pueden con los recursos que tienen a la mano.

Y específicamente pensando en los varones, otro dato interesante del estudio es que nos permite constatar algo que otras investigaciones señalan, que es la brecha o distancia que existe en la actualidad en los varones entre lo que piensan y lo que efectivamente hacen: a pesar de que la mayoría de los varones asume que tareas como bañar, alimentar y cambiar a los niños pueden ser realizadas por cualquier persona independientemente de su género, en la práctica ellos lo hacen con menor frecuencia y dedicación que las mujeres.

Este punto es clave al momento de diseñar políticas públicas y campañas de sensibilización que se propongan mejorar la distribución de las tareas de cuidado y favorecer la corresponsabilidad: implica entender que si bien puede haber una proporción de la población masculina que se niegue o se resista a asumir en igualdad de condiciones las responsabilidades del cuidado, una parte importante del problema se encuentra, sobre todo, en el desfasaje entre la percepción y la práctica (determinada por roles de género y patrones socio culturales arraigados, donde la masculinidad no estuvo -ni está- asociada ni construida históricamente en torno al cuidado) y es sobre esa percepción sobre la que es necesario seguir trabajando.