La pandemia, si bien en término de números indica estaría atravesando el tramo final, genera debates en torno a las medidas para evitar la propagación del virus. La aplicación de la vacuna mostró una efectividad rotunda, la tasa de muertes descendió como las autoridades estatales esperaban. Pero hoy, el debate se centra en la utilización del barbijo, la mascarilla que se empezó a usar desde abril del 2020 como método de protección y hoy muchos países debaten si dejarla o seguir.

En Estados Unidos, la semana pasada una jueza del estado de Florida, en una sentencia anuló la obligación de usar barbijos o tapabocas en los transportes, tanto aviones, colectivos y trenes, y generó el descontento del ámbito científico que públicamente se había manifestado a favor de la utilización hasta el 3 de mayo, fecha estimativa del último plazo planteado.

El eje de discusión no es nuevo, al menos en Argentina, porque se debate entre el rol de las autoridades sanitarias, con aval científico, y la mirada del Poder Judicial en cuanto a la obligatoriedad y los derechos de las personas.

Al respecto, cabe aclarar que el fallo fue emitido tan solo una semana después de que el Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), decidiera prorrogar el uso. Al respecto, el Gobierno del presidente Joe Biden dijo que apelará la decisión de la jueza.

En cuanto a Argentina, los distintos Gobiernos provinciales comenzaron desde hace varias semanas a romper con la obligatoriedad del uso de barbijos en todos los ámbitos. La médica infectóloga Leda Guzzi, de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), en diálogo con los medios afirmó que “en este momento de la pandemia por el coronavirus, el barbijo sigue siendo una herramienta útil para la prevención del COVID-19 y de otras enfermedades, como la gripe, que circulan más durante el otoño y el invierno”.

“Seguimos recomendando el uso del barbijo en los espacios interiores”, expresó.

El uso de la mascarilla, de forma comprobada, ayudó a frenar la propagación y el contagio del virus que mantuvo al país, y a la mayoría del mundo, en estado de alerta. Fueron dos años en los que la cuarentena golpeó las actividades cotidianas y sociales. 

En la provincia de Buenos Aires, el uso del mismo dejó de ser obligatorio en lugares públicos y privados. Aunque continúa su carácter de obligatorio para los empleados en los transportes públicos, el uso de la mascarilla día a día se acerca a su fin.